La importancia de la institucionalidad.

Las elecciones en Estados Unidos se han desarrollado de una manera poco usual para dicho país. Semanas antes de la elección, cuando se realizaba la votación por correo, el presidente Donald Trump afirmaba que no reconocería los resultados, si éstos no le favorecían. Nunca antes, un mandatario estadounidense había dudado de la fiabilidad del proceso electoral, generando sombras alrededor de las elecciones, sin evidencias que sostengan sus afirmaciones. Parecería que, con base a sus proyecciones, los resultados no le favorecerían, tal como lo muestran hasta este momento los resultados electorales.


Los anuncios de fraude sin las suficientes evidencias, sumado a una difusión de información sin verificación en las redes sociales, son un coctel perfecto para el advenimiento de prácticas populistas, a las cuales, desgraciadamente estamos acostumbrados los latinoamericanos. La “infalibilidad” del líder, la encarnación de la voluntad popular en su persona, la identificación como enemigos a los opositores, la ausencia de un debate democrático y el desdén por las instituciones, son algunas de las características propias del líder populista, y son las que ponen en riesgo a la democracia.
Anonadados, hemos visto como en Estados Unidos, un país con una fuerte institucionalidad, ahora está en los ojos del mundo entero, por la actitud de un presidente que nos recuerda mucho a algunos déspotas que gobernaron nuestros países, abanderados principalmente por esa entelequia mal trecha, denominada como del “socialismo del siglo XXI”. Atrás quedaron los procesos electorales donde la madurez de sus políticos permitía que, en cada elección, el candidato perdedor felicite públicamente al candidato ganador, deseándole éxitos en su gestión. Y a su vez, el candidato ganador, agradecía los deseos de su contrincante. Parecería que el populismo, que tanto daño ha hecho a la democracia y a la institucionalidad del sistema político en los países de América Latina, ha llegado a Estados Unidos, con consecuencias impredecibles.

El populismo, no puede coexistir con la institucionalidad democrática. En cualquier país del mundo donde han existido políticos que, haciendo uso de las principales herramientas populistas, han socavado sus instituciones y han puesto en peligro a la democracia en esos países. Parecería que en Estados Unidos hay una fuerte respuesta, tanto de demócratas como de republicanos, para frenar y cortar de raíz a este problema, y eso lo podemos ver tanto en las declaraciones iniciales del Presidente Electo, llamando a la unidad de todos los estadounidenses, o las muestras de apoyo de líderes republicanos, como del ex candidato presidencial Mitt Romney o del ex presidente George W. Bush.


Solo las instituciones fuertes pueden hacer frente a supuestos iluminados, que lejos de encarnar la voluntad popular, usufructúan del Estado para satisfacer sus intereses, y en algunos casos, sus egos. Estados Unidos, si bien nos deja una señal de rechazo al populismo del presidente Trump, también nos da un aviso que no debe ser ajeno para el Ecuador. El populismo está ahí, como león rugiente buscando devorar la institucionalidad democrática. Es nuestro deber cívico más importante, evitar que regrese.

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